LIBRO ONLINE 09

PÁGINA ANTERIOR…//            Debemos unificar la economía nacional, mediante la fundación de estamentos sólidos que sirven de pilares para el desarrollo económico: A modo de ejemplo, a adaptar en cada país: a) La Aduana. b) El Sistema Ferroviario. c) El Sistema Vial y Fluvial. d) La ICPE Investigación Científica Para Energía. e)  El Ministerio Nacional del Trabajo (que se regirá por la Constitución Asamblearia y sus anexos). f) El DDC (Departamento de Distribución del Consumo) que se encargará de regular los mercados internos y ofrecer al extranjero los excedentes de bienes, así como los servicios de empresas a otros Estados Ecologénicos.   

Las técnicas y medidas prácticas de este plan, son claras, pero demasiado extensas en impreso, imposibles de agregar a este libro que debe ser “digerible” para todos los ciudadanos, incluso -y especialmente- aquellos que no conocen nada de economía, pero los presupuestos básicos de la Econogenia serán debidamente explicados en todos sus puntos concretos. En los siguientes puntos, veamos la esencia de la Econogenia, tratadas en títulos especiales  las instituciones de la organización económica, así como las corporaciones profesionales, el Ministerio de Trabajo y sus representaciones.

RELACIÓN ENTRE ECONOMÍA Y POLÍTICA

             El pueblo no puede vivir para la economía y la economía no existe para el capital, sino que el capital sirve a la economía, y la economía al pueblo. Es preciso restablecer en todo el mundo el primado de la política; la misión es organizar y conducir la lucha por la vida de la Nación, por el bienestar del pueblo, pero dicho bienestar nunca puede serlo si permanece “endeudado”.

            La economía debe, entonces, integrarse y subordinarse al Estado, amoldarse a la cosmovisión de la Ecologenia y ponerse al servicio de sus exigencias éticas y sociales. La economía no puede considerarse más como un Estado dentro del Estado, sino que debe insertarse como un instrumento útil a la comunidad. Por eso no puede volver jamás a estar en manos de particulares. La política, que es conducida por el poder y la fuerza del Estado, ha sido y es el destino del pueblo. La economía no es su destino, sino su herramienta más estratégica.

            La crisis económica en cualquier país se agrava por acontecimientos políticos, pero es manejada, graduada y/o directamente producida por los economistas que llamamos “metapolíticos”. Las condiciones de hambrunas, miserias, injusticias, desigualdad de oportunidades, desamparo, niñez abandonada, guerras y todas las calamidades de la humanidad,  son de naturaleza política, pero una política digitada por economistas de la dinerocracia, no por idealistas políticos. Ni siquiera se encuentran hoy a auténticos comunistas o verdaderos liberales como los de la primera mitad del siglo XX, ocupando puestos importantes, pues ya están todos desengañados. Los que actúan en la derecha y la izquierda, lo hacen exclusivamente por sus intereses personales, meros esclavos mayores para someter a los esclavos menores que componen la mayoría de la población global.

            El mundo ya queda pequeño y estos “economistas” del gobierno mundial tienen el objetivo de despoblar el mundo mediante un genocidio a la mayor escala conocida jamás. Simples cálculos de escuela primaria son necesarios para darse cuenta de que es imposible que casi siete mil millones de personas sigan viviendo en un mundo bajo las actuales pautas de consumismo y mala distribución territorial Los pueblos están constreñidos en ciudades extremadamente densas y sin posibilidades de expansión territorial, merced a las leyes de la tiranía urbanística en algunos países, a la propiedad privada sin uso y sin dejar usar, a supuestas protecciones ecológicas y a la compra de extensos territorios por parte de testaferros de los economistas de la tiranía del mercado.

            La Ecologenia, aunque parece una paradoja, tiene un punto en común con su enemigo principal, el esclavista y usurero.

            El fin último de cualquier economía reposa, más allá de lo económico, en lo político. Para el ciudadano común, este valor ha sido distorsionado y se lo hace vivir sólo para el propósito económico. Se le hace suponer que la política debe servir a lo económico. Sin embargo, para los tiranos financistas de la globalización, el sentido último es igual que para la Ecologenia, sólo que con imperio de arquetipos opuestos. El fin para estos tiranos, es el poder político exclusivo, el control de las masas, sostener su imperio privado. O sea, un ideal político nefasto, pero ideal al fin. En cambio, para nosotros, igualmente la economía es un medio para un fin político: La libertad, el desarrollo cultural, bienestar y grandeza de todas las naciones, protección de los ciudadanos y formación de medios para su evolución y Trascendencia. La diferencia esencial en este aspecto, es que el plan de dominio mundial globalista contempla la sola “representatividad” de sus gobernantes títeres y la no participación real de la ciudadanía en la política. Ello implica la necesaria pérdida de conciencia política por parte de las personas y para lograrlo requieren de una pérdida integral de la conciencia de las masas. En otras palabras, quieren un mundo idiota, ciegamente obediente y fácil de ser gobernado.

            Por el contrario, la Ecologenia requiere de mayor conciencia de todos los ciudadanos y aunque es imprescindible el liderazgo, su representatividad nunca será en perjuicio de la participación política de los ciudadanos.

            El Estado no debe actuar por sí mismo y directamente en el desarrollo numérico de la economía, como lo han intentado algunos países comunistas con muy pobres resultados, sino que debe ser regulador y normativo; debe ser, en el más elevado sentido, conductor y guía de la economía en su totalidad, dejando el espacio adecuado para la creatividad, siempre que ésta se manifieste en la producción de bienes y servicios, en las mejoras de su mercadeo, y nunca en la especulación financiera.

            Muchos economistas dan gran cantidad de recetas para hacerse rico, se ha escrito muchos libros para que un individuo logre fortuna personal y si se siguen sus lineamientos,, dichos libros resultan efectivos. Pero han olvidado el fondo de la cuestión económica y filosófica. Las personas sólo podrán ser felices en un Estado Feliz, no alcanzando egoístamente la riqueza personal. De todos modos, por más fortuna que una persona alcance en el sistema de mercado, no podrá vivir tan dignamente, con tanta seguridad personal y material, como en un Estado Ecologénico, donde no pueden existir pobres, sino en todo caso, “menos ricos” por causa de “menos interés en el trabajo” o pura pusilanimidad.

            El Estado creará un nuevo principio regulador para los hechos económicos. La Ecologenia, en contraposición al liberalismo, no cae en la trampa de creer que la economía es un proceso natural que se desarrolla según sus propias leyes. La tesis liberal que hace creer en un “automatismo” en la economía, es uno de tantos engaños. Bien sabemos que la economía se digita desde centros financieros y que hoy ni siquiera existe el dinero que se supone debería existir. Hoy, como bien dicen los periodistas disidentes: “El dinero es pura deuda”. Cualquier empleado bancario, contador o agente de bolsa, lo sabe perfectamente. Esa “economía” no puede generar ni sostener ninguna cultura. Lo que tiene el mundo en este inicio de milenio, es incultura, brutalidad, idiotización, debido a la dineralización de las conciencias.

            La Ecologenia reconoce que la economía es y será “una creación cultural formada por la libre decisión de la humanidad”. Con esto enseña el Ecologenismo, que también el futuro de la economía reposa en el arbitrio del libre querer de los hombres y los pueblos. Por eso tiene el Estado la firme voluntad de imponer un desarrollo a la actividad económica, basado en la productividad, eliminando la especulación. Para ello, el Sistema Asambleario debe mantenerse firme ante los embates que en todo tiempo intentarán las personas que bregan por causas esclavistas. Pero una vez afianzado el Estado, la política econogénica dará grandes y buenos frutos en muy corto plazo.

            Cuanto más fuerte es un gobierno, tanto más fácilmente puede evitar su intervención en el curso de la economía con medidas frecuentes y rigurosas. A medida que la Conciencia Ecologénica vaya formándose, más sólida y rica será la economía de las naciones. Y ha de llegar un momento, merced a la educación y conciencia de los pueblos, que la economía apenas deberá ser regida por el Estado como mero trabajo técnico, o produciendo adecuaciones por causas demográficas, avances científicos y técnicos o por fenómenos naturales.

FINALIDAD DE LA ECONOGENIA

            La finalidad de la Econogenia es la integración de la economía en el Estado, para asegurar todo lo deseado por los ciudadanos y cubrir sus necesidades materiales y espirituales.

            Las civilizaciones avanzadas son aquellas en las que la necesidad de conseguir el sustento y la supervivencia, está tan firmemente asegurada, que las personas tienen tiempo y educación para buscar su Felicidad y Trascendencia.

Para lograr este objetivo es necesario, ante todo:

1.- Cambio y adaptación de la concepción económica, del espíritu económico, de la ética económica, desterrando la mercadocracia y -sobre todo.- el mercado de las finanzas. Es preciso el despertar del espíritu de la comunidad, formación de la conciencia de responsabilidad hacia la totalidad.

            Esta tarea es más importante que todas las medidas de organización, pues el cambio radical de las formas sólo puede ser efectivo si se han modificado de raíz el pensamiento y la orientación anímica y espiritual del hombre, rescatándolo de la pusilanimidad, de la idiotización mediática y -sobre todo- de los engaños ejercidos por la dinerocracia privada desde hace casi 17 siglos. Lo humano, primeramente debe ser modelado y perfeccionado en su condición  espiritual, para que pueda realizarse la revolución Ecologenista. La revolución espiritual, no será terminada, sino en largo tiempo, pero la economía debe cambiar en extremo acelerado.

            La más importante organización para el adoctrinamiento de la comunidad, es el Ministerio de Trabajo. El pensamiento económico renovado atribuye a los conceptos básicos de la economía, como ser, trabajo, capital, etc., un significado totalmente distinto al del capitalismo, comunismo y los sistemas intermedios.

2.- Medidas Econogénicas: La nueva forma de organización de la economía, no puede ser creada como una construcción que deriva de una teoría. La estructura del nuevo orden, debe ser desarrollada lenta y gradualmente, en la misma economía, por técnicos profesionales, y según los principios básicos del programa Ecologénico.

MEDIDAS ECONOGÉNICAS

Las más importantes medidas son:

1.- Adaptación de la estructura de la economía a las exigencias del nuevo orden político. A este fin sirven, sobre todo:

a) La nueva organización de la economía.

b) La llamada coordinación de todas las organizaciones, corporaciones y sindicatos. La coordinación debe asegurar la unitaria configuración de la voluntad. El adoctrinamiento en la Ecologenia, no debe detenerse en la coordinación externa de organizaciones, sino que debe procurar el establecimiento de una base natural, con la transformación interna y anímica de sus representantes.

2.- Afianzamiento absoluto de la fuerza natural de trabajo del pueblo.

3.- Protección del trabajo nacional y mediante la defensa del mercado interno, contra el abaratamiento de productos importados que pueden ser elaborados internamente, en la misma o parecida forma o calidad.

            La Ecologenia, consecuente con su cosmovisión total, estimula la conservación y fortalecimiento del campesinado, el enraizamiento de los pueblos en su suelo, y la protección de la producción agraria, pero estas cosas no son exigidas en interés exclusivo de la población agraria, sino en interés del pueblo entero, pues la subsistencia de la población y de la cultura sólo pueden asegurarse en las circunstancias dadas, por la eclosión de nacimientos en la población agrícola.

SÓLO LA DEFENSA DEL BIEN COMÚN GARANTIZA EL PROPIO

            La norma rectora de la Econogenia es: El bien común garantiza el propio. Y en realidad sólo esa defensa del bien común puede dar a los individuos seguridad, estabilidad, tranquilidad, confianza en sí mismos y en la sociedad, por ende, Felicidad Existencial y posibilidad de Trascendencia Espiritual.

            Esta norma es el imperativo categórico de la concepción económica en la Ecologenia. Imagínese el caso de una tribu primitiva o un grupo de supervivientes de una hecatombe, que quedan aislados, con escasos recursos y deben ponerse manos a la obra para subsistir. ¿Cuál sería la regla económica fundamental? ¿Acaso sobrevivirían si lo que cada cual caza es sólo para sí? Es posible que alguno de los individuos consiguiera sobrevivir, pero… ¿Podría hacerlo por mucho tiempo y sobrevivir a la soledad?, ¿Tendría sentido su vida?

            La regla del bien común antes que el propio es una Ley Natural, escrita en el código genético de casi todas las especies, incluido el Reino Humano. Y si esta Ley es válida en cuanto a supervivencia, mucho más lo es en cuanto a Felicidad.

            ¿Qué destino puede tener una civilización, por más avances tecnológicos que posea, si cada individuo sólo piensa en sí mismo y no le importa el destino de los demás?.

            La economía y la política económica, de este modo, son introducidas conscientemente en la ética y en la totalidad de la cultura. La supremacía del bien común sobre el propio, constituye el fundamento anímico de todo el programa político honesto e inteligente y dicho programa sólo puede realizarse cuando la masa de ciudadanos responde a ese ideal. De lo contrario, sólo puede existir una sociedad decadente, esclava, cada vez más autómata, que sólo conserva para cada sujeto un círculo cada vez más estrecho de lazos afectivos. En muchas ciudades la gente vive apiñada sufriendo una soledad espantosa, que acaba en depresión, suicidio y todas las tragedias que vemos cada día en cualquier noticiero.

            Por lo tanto, el respeto a esta regla de “el bien común garantiza el propio”, no implica sólo buen resultado económico, sino también una corrección social, intelectual y espiritual.

            La actividad económica así definida en la Ecologenia se dirige con sus exigencias fundamentales, a la conciencia moral de los que actúan en la vida económica. Cada uno debe preguntarse en su actividad: ¿beneficio yo a mi Pueblo y a mi Patria? La Econogenia combate contra el espíritu materialista dentro y fuera de nosotros, para un restablecimiento perdurable de la Humanidad, y sólo puede ser realizado desde adentro, sobre la base del principio: El bien común antes que el propio­.

            De esta forma rectora en los dirigentes, asambleístas y Ejecutivos de Gobierno, también se deriva el deber de los compatriotas en toda Nación, cualquiera sea su ocupación, de trabajar por el bienestar de su comunidad. Es preciso tomar conciencia de que el trabajo de difusión y realización Ecologénico, con el ejemplo de aplicación de la Econogenia, no sólo mejorará a su propia Patria, sino que será ejemplo para el mundo entero. La única manera de “arreglar el mundo” es “arreglarse uno mismo”, pero no en el sentido de hacerse rico por sobre los demás, ni sobrevivir independientemente en lo material, sino tomando conciencia de la necesidad de hacer pensando en todos, al menos en su propia Patria y cumpliendo su deber de acuerdo a lo comprendido.

            El primer deber práctico de cada ciudadano es recuperar la conciencia política que se le ha quitado y luego trabajar espiritual y corporalmente. La actividad de los individuos no debe lesionar el interés de la comunidad, sino que debe realizarse dentro del marco comunitario y en beneficio de todos, por lo tanto la Econogenia es, en primer lugar, una cuestión de educación de la comunidad, de hacerla conocedora y consciente de que cada individuo tiene una responsabilidad intransferible.

            Lejos de la mentalidad marxista, la iniciativa privada no es reprimida, sino subordinada al bien común.

            Los diversos resultados económicos del trabajo son reconocidos. La Ecologenia no procura ninguna igualación, ni la nivelación de los ingresos; no concibe, en absoluto, la cuestión social como una cuestión de mero reparto; no promete “a cada uno lo mismo”, sino “a cada uno lo suyo”. Pero en función de trabajo, no de especulación, engaño y/o esclavismo.

            El Gobierno Asambleario promete el máximo apoyo a los que quieren y pueden. Sólo los perezosos patológicos serían los únicos que podrían no desear trabajar en un medio que le abre todas las puertas y asegura desarrollo vocacional, bienestar, progreso, seguridad, educación, gratuidad de lo indispensable y todos los beneficios de una democracia auténtica. Pero incluso ese vago patológico ha de recibir la asistencia necesaria, porque no existe persona alguna en la naturaleza que no posea una capacidad de acción para algo que le satisfaga y tenga beneficio para su comunidad. Esa patología sólo se da en una comunidad políticamente enferma, cosa que ha logrado con espantosa eficiencia la “economía financiera” del liberalismo.

            Las Asambleas y el Ministerio de Trabajo, han de regular la actividad de tal modo, que sean los más capaces, los más probadamente idóneos, los que ocupen sus correspondientes cargos, puestos y ocupaciones, en todos los ámbitos de la sociedad.

            La propiedad y la posesión, que también son fundamentos del desarrollo económico, son respetadas y fortalecidas, pero la propiedad y la posesión han de ponerse al servicio de la economía y de la comunidad. De lo contrario, la economía de todo pueblo se atomiza, una enorme parte de las propiedades (suelo y viviendas) quedan abandonadas, industrias que cierran y sus enormes instalaciones contaminan sin servir, y en general se presenta toda la injusticia que viene sufriendo el mundo desde hace siglos.

            Este concepto de uso adecuado de la propiedad, es opuesto al sentido que le da el “liberalismo”. En la Econogenia, el propietario no puede usar y gozar libremente de su propiedad, en el sentido de la especulación financiera, sino que debe utilizarla en beneficio de la comunidad. La Ecologenia considera que el contenido de la propiedad puede y debe conservarse, mejorarse, adaptarse; pero el contenido filosófico de la misma es lo que debe primar bajo el principio de: “El bien común garantiza el propio”. Cuando se dice esto, debe entenderse que el natural interés por la ganancia no debe desbordar, de modo que lesione o desprecie el bien común, el bien del Estado y el interés de todos. Los propietarios de inmuebles habitados, no productivos industrialmente, podrán vender, alquilar, etc., pero no podrán abandonarlo sin más. Cuando no sea el propietario su habitante, capaz de hacerlo habitar o dar un provecho social,  deberá el Estado en modo  obligatorio, hacerse cargo de dicho inmueble y cuando corresponda, pagar al propietario su precio básico inmobiliario, el cual será determinado por las Asambleas.

            Ninguna exigencia ha de lesionar al propietario, como ocurre en los Estados esbirros de la dinerocracia. Ninguna carga impositiva es necesaria ni ética, sobre la propiedad necesaria. Incluso ha de tenerse mucho cuidado si se dispone gravar de algún modo la propiedad suntuaria, especialmente si ésta no ha sido heredada, sino obtenida con el fruto del propio trabajo. En dicho caso, ni el más lujoso palacio ha de ser gravado con impuestos, ni podrá ser confiscado como “patrimonio público” como ocurre a veces en Europa con sitios cuyos propietarios han trabajado años para mejorar y embellecer.

            Los bienes inmuebles son parte fundamental de la riqueza económica de una Nación y su gestión administrativa por parte del Estado debe limitarse a evitar su deterioro, inhabitabilidad o abandono. Toda otra obligación impuesta a los propietarios, sería perjudicial para la economía nacional de modo directo o indirecto. Los gabinetes técnicos de urbanismo en cada Ayuntamiento, sólo deben asesorar, no imponer, deben brindar servicios, no exigir ni reglamentar cómo quiere vivir la gente.

LINEA RECTORA DE LA ECONOGENIA

            La política económica debe encontrar una síntesis armónica entre el ideal querido por la Ecologenia, y las reales necesidades de la economía.

            Dado que el desarrollo total llevará a cada país diversos tiempos para estar en plena marcha, la política económica de la Ecologenia no se puede formular, sin más, en pocas reglas fijas, que puedan enseñarse y aprenderse sistemáticamente. La interpretación de la nueva política económica, no es una cosa del sólo pensamiento, sino también, una cuestión de vivencia, de práctica y de formación de idiosincrasia. Los ciudadanos que aún están al margen de estas ideas, deben abrir su corazón a la bondad, a la solidaridad y comprensión; de lo contrario los pueblos no podrían hacerse fuertes y libres.

            Libertad y unión, conducción y adhesión, propiedad privada y bien común, creencia y realidad, no son oposiciones que paralizan y disuelven, sino unidades vivientes llenas de fuerza expansiva y creadora. El Estado, como expresión determinadora de la voluntad popular, ha de guiar en lo técnico y en lo filosófico, ha de educar, aprovechando y respetando todas las diferencias, no usándolas para polarizar a las masas como hace el mercado.
            Expliquemos un poco más en términos prácticos, porque estos conceptos han de ser claramente sostenidos por los líderes Ecologenistas.

            DESARROLLO EMPRESARIO:

            Con las directivas determinadas en la Constitución Asamblearia, ha de considerarse que toda empresa privada debe ser ayudada por el Estado en cuanto ésta resulte necesaria y especialmente cuando tiene carácter estratégico.
           La economía es libre, pero se halla inextricablemente unida a la política y el Estado. De ello se deduce, con respecto a la relación entre el Estado y la economía, en primer término, el derecho de vigilancia del Estado sobre ella, y en segundo término, el derecho de intervención del Estado mediante medidas policiales, administrativas y de política financiera, en caso de que así lo exija el interés común. Dicha intervención puede tener carácter de punición, o bien de ayuda, según el caso. El Estado, que en la Ecologenia está regido y constituido de modo participativo por la ciudadanía, no sólo está obligado a intervenir ante el incumplimiento de leyes, sino también en caso de necesidad de ayuda de las empresas que destacan, que demuestran un potencial creativo y productivo. Sin caer en el sentido “paternalista” del Estado, pongamos un ejemplo paternal. Si se tiene diez hijos y uno destaca sobremanera en algo que finalmente puede servir al mejor desarrollo de toda la familia… ¿No sería lo más inteligente, que toda la familia se esforzara un poco por ayudarle a desarrollar, manifestar y aprovechar económicamente para el bien común su potencial? Si así no lo hiciera, el individuo quedaría frustrado, empobrecido material y moralmente y la comunidad -familiar en este caso, pero aplicable a la comunidad total- perdería el beneficio que ese individuo puede aportar al conjunto.

            En un Estado fuerte y ético, no es necesario dar a la economía una forma que la constriña artificialmente. En tal Estado, la economía puede ser libre tranquilamente. No es necesario atarla con demasiadas disposiciones especiales, dado que ya está ligada por el predominio de la vida política.

            En cuanto la economía, en ejercicio de su libertad, pueda dañar en lo más insignificante el bien común, tiene el Estado, en todo momento, la obligación de intervención.

            El gobierno no debe intervenir injustificadamente en la economía, porque esto indicarían que algo se está haciendo mal en el propio sistema. Y tal como está planteada la metodología Ecologénica y el Gobierno Asambleario, nada debe propiciar las intervenciones injustas. Los “desocupados” que cobran subsidios por el paro, son un doble mal: El mal para el individuo, que se siente desplazado, inútil e impotente, en el mejor caso. Y el mal para la sociedad, que debe producir para pagarle por no hacer nada.

            Y también es un doble indicativo: Que el Estado está compuesto por inútiles, inoperantes que no manejan el trabajo estadísticamente y no saben controlar correctamente la fuerza productiva de la Nación. Pero también es indicativo de que  el sistema financiero no permite al Estado hacerlo, porque tiene una mala mezcla de liberalismo y socialismo mal entendido. Si ambas concepciones son malas de por sí, como lo demuestra la historia y la realidad visible, la mezcla es peor aún. Pero no ha de creerse que esto es por un error popular en las elecciones de los gobernantes. En realidad, esas situaciones de altos niveles de parados, indican que el sistema está controlado por poderes externos a la Nación, estrictamente financieros, ajenos a toda ética y sin ninguna intención de promover la fortaleza nacional. Los esclavistas ganan más con las guerras, pero también con la miseria de los pueblos. Y un pueblo repleto de gente sin empleo ni posibilidad de auto-gestionar su trabajo, termina rápidamente en la miseria. En Argentina y otros países, los procesos de privatización de la economía y las empresas, produjeron aberraciones de todo tipo, desde desempleo al descarado “corralito”  y una de las naciones más ricas del mundo en la época de “las dictaduras” ha quedado en vergonzosa y “democrática” miseria. El ejemplo de la aplicación de los planes financieros globales hechos en Argentina, puede verse repetido ya en muchos países que se suponen ricos, ya en recursos, ya en tecnología, ya en ambas cosas. ¿Hasta dónde quieren caer los pueblos?. La Ecologenia, como he dicho antes, se aplicará para salir de esta situación y espero que así sea, o se tendrá que aplicar en tribus de supervivientes para formar nuevos Estados.

FINES A CORTO Y LARGO PLAZO

            La política económica de la Ecologenia, posee fines inmediatos y otros que pueden demorar.

            El más importante fin inmediato en cualquier país es solucionar la desocupación. La finalidad última de toda la actividad económica, no es la empresa, el negocio o la ganancia de dinero, sino el hombre mismo que está en el punto intermedio de toda actividad económica, dándole sentido y sustancia. Si el hombre no se realiza, no es feliz. Y una Nación compuesta de infelices, no es sino una sociedad de esclavos. Teniendo presente este concepto, hay dos cuestiones prácticas que considerar:

a) No se trata de poner en práctica todo el programa laboral impulsiva ni compulsivamente. Sólo hay que encaminar en la economía unas pocas cosas, para que las fuerzas productivas se empiecen a movilizar, una vez establecido el Gobierno Ecologénico:

            1) En el ámbito estrictamente financiero: Abolición de la usura, el agio y la especulación en todas sus formas y nacionalización de la banca. Aunque asustará a muchos inversores, han de comprender que sus réditos estarán seguros en un sistema realmente productivo, mientras que nunca lo están en los pseudo-azares de la bolsa internacional de valores. Decimos “pseudo-azares”, porque en realidad la economía global se digita desde centros de poder financiero más inteligentes que los operadores de bolsa más avezados. Y la mayoría de ellos, lo saben muy bien.

            2) Eliminar el paro mediante la eliminación de impuestos al trabajo y a la empresa, alentando la mediana y pequeña empresa.

            3) La Política Ecologénica, esencialmente Asamblearia, no mantiene ejércitos de inútiles y supuestos representantes, sino líderes heroicos que viven para la política y no de ella. Cualquier empresario en este sistema Ecologénico, que posea cuatro empleados, o cualquiera de las personas que tengan su economía personal resuelta, sabiendo que no existirán cargas impositivas por su rédito personal, estarán en plena disposición de ocupar con sobra de tiempo cargos políticos. Esto significa para muchos países, quitarse de encima un baldón de parásitos  mantenidos en algunos sitios, de por vida, habiendo ocupado un tiempo un sillón en un estamento político.

b) La solución del problema de la desocupación, no se limita  exclusivamente a la creación material de trabajo por cualquier medio técnico. Es básicamente el resultado de la eliminación de la política financiera aberrante y la anulación de los perniciosos impuestos que han mantenido desde hace más de un siglo a casi todos los empresarios del mundo, sometidos a “un socio al 33 %”, (casi todos los Estados) que no sólo se lleva la tercera parte de su ganancia en dinero, desde que la empresa consigue funcionar, sino que además pone innumerables trabas burocráticas a todo emprendimiento, en vez de ayudarle.

            Los fines mediatos del Ecologenismo, que de ninguna manera deben perderse de vista, consisten en el afianzamiento de la conciencia Ecologénica global. Estos fines son realizados primeramente ante todo, en el campo de la política del Estado. Así, por ejemplo, significan un adelanto apreciable, la reforma de la democracia haciéndola participativa en vez que meramente representativa, en la elección de autoridades, así como en la toma de medidas que se requieran para reorientar posibles errores políticos.

Una contraposición entre el socialismo internacional y la Ecologenia, aclarará mejor la esencia de éste último.

     En el socialismo internacional que juega en la partitocracia, (en realidad falso socialismo fabricado por la sinarquía económica) el pueblo y la Nación son teórica y prácticamente, residuos y estorbos en el camino hacia el poder. El sentimiento patriótico se desalienta hasta hacerlo parecer cosa obsoleta. Y la Nación se atomiza alentando o permitiendo la acción de grupos independentistas, con lo que los “países” dentro de una Nación, intentan ser Naciones separadas, destruyendo u ocultando los factores comunes de la Nación verdadera. “Dividir para reinar” aplicado a una Nación para someterla a los designios de los intereses privados.

     Para los Ecologenistas, por el  contrario, el pueblo como tal es principio y fin, potencia y acto. El pueblo es para él, una idea, cuya realización tan completa como posible, significa el contenido de su aspiración. La Ecologenia significa, además, el total rechazo de la ideología del capitalismo especulativo, que coloca al capital y no al hombre como eje de la economía. El capitalismo ha abierto entre el trabajo, entre el hombre y la naturaleza, un abismo infranqueable, para luego llenarlo con el dinero, la especulación y la deuda.
            La economía y la política económica no pueden ser impulsadas por la maraña de engaños y esclavismo, sino por la fuerte e indestructible fe en el futuro. La fe y la firme voluntad de cada Nación para la unidad y solidaridad, constituyen el más valioso activo para el futuro. Sin ello, nuestros hijos, nietos y sucesivas generaciones, serían -como ahora mismo mucha gente- meros robots biológicos. Pero ni siquiera eso podría llegar a ser, porque los planes globales de los “liberales”, incluyen un genocidio global que sólo pueden no estar viendo sus aprontes, los que han caído ya en cierto grado de idiotez o los mediatizados. Urge rescatar a la Humanidad de esta condición deleznable, lograda especialmente mediante la economía del mercado liberal y las finanzas de la usura.

            Sin embargo, no esperen los líderes Ecologenistas que los pueblos reaccionen por mera “conveniencia económica”. Eso no ocurriría porque existe en cualquier población, más miedo que razonamiento, a la hora de enfrentar cualquier cambio. Así que hay que activar ese motor extraordinario que mueve a las masas en pos de su destino: La FE. Con ella pueden realizarse obras que aparecen como utópicas al entendimiento frío y reflexivo, pero “Las utopías de hoy serán las realidades del mañana”, decía cierto sabio.

            La economía y la política económica están informadas por el espíritu de realidad, y no pueden ni deben continuar siendo conducida por abstractos “mercados financieros” ni por opinion-es teóricas, sino por el más sano y elemental sentido común.

            La Ecologenia apoya de corazón la sentencia de Fausto: “En el comienzo estaba el hecho” y la premisa de Descartes: “Un hecho no es discutible, sino sólo su teoría”. Hemos de pasar a la acción y no dejarnos apartar o influir a mitad de camino por un exceso de teorías. Abordamos los problemas no resueltos sin opinión preconcebida y preferimos actuar caso por caso según la norma del bien público y del sano sentido común, artes que aplicar una “normativa general” de la cuestión.

      La Econogenia no es pasto de “burro-cratas”, sino de administradores éticos e inteligentes. Esto se ha de mostrar, por ejemplo, en la lucha contra la desocupación. No obstante, el Ecologenismo tiene en cuenta, al mismo tiempo, al hombre viviente como lo más valioso. Los líderes Ecologénicos han de poner a la comunidad en primer término, pero al Hombre sobre cualquier otro valor o concepto. Lo que puede hacerlo realmente infeliz, miserable y deprimido, hará daño a la Nación.

            La Econogenia representa ahora mismo una  revolución, pero ninguna revolución puede ser un estado permanente, no puede constituir una forma de vida eterna. El torrente de la revolución debe ser dirigido segura y rápidamente al lecho seguro de la evolución. En la economía sólo el “poder hacer” es decisivo­, por eso las Asambleas han de considerar que los Ejecutivos de Gobierno, especialmente en la economía y el trabajo, deben recibir autoridad adecuada para su labor, porque no es el número, la masa, el pueblo, quien dirige la economía, -aunque permanezcan vigilantes- sino las personas capaces que hacen de la Econogenia y sus principios, su máxima vocación.

            Las puerta de las fábricas no se abren merced a teorías económicas, ni los campos se siembran y producen alimento por especulaciones financieras, ni las alacenas se llenan de alimento porque hay quien fabrica dinero, sino por la seriedad del trabajo, la escrupulosidad de los Ejecutivos de Gobierno, la adecuada preparación y la bien calculada magnitud de los planes económicos. Los países que aún tienen abarrotados sus grandes tiendas y supermercados y la gente consume (incluso más de lo necesario), no tienen esa riqueza por causa de los actuales políticos, sino por el impulso creativo de los empresarios, que a pesar de los desmanes financieros, siguen capeando las crisis y temporales económicos de las finanzas que los gobiernos permiten y/o promueven.

            En la economía y las empresas particulares, debe unirse el principio de la conducción con la propia responsabilidad, para producir consecuencias benéficas. La libre iniciativa de la personalidad creadora y la responsabilidad de la personalidad individual, frente a la comunidad, no son contradictorias. El Estado debe dirigir firmemente la economía, evitando las injusticias, los engaños, abusos, el daño al medio ambiente y la saturación de sectores, pero nunca jamás ahogar la iniciativa privada, que da a los individuos creativos la posibilidad de aportar con su trabajo, su parte de valores a la Nación.

            “La personalidad libre, responsable y creadora es el fundamento de la conducción económica en conjunto. Siempre y cuando, esta personalidad libre y creadora, no piense sólo en función de sí misma, como ocurre en el liberalismo, sino que debe subordinarse e insertarse en los elevados fines del estado, en el terreno económico”. (Robert Medrojo) 

            La Ecologenia tiene la misión de dejar llegar, en todo lugar de importancia, a los más capaces. Debemos realizar, de acuerdo al pensamiento Ecologénico, el principio de liderazgo, de responsabilidad y de la personalidad. En esto se reconoce al Ecologenismo como la más evolucionada forma política, y a la Econogenia, como la más evolucionada teoría económica.

            El gobierno debe llevar la salvaguarda de los intereses económicos del pueblo, evitando como a la peste la economía organizada por una burocracia estatista. No sería tan terrible como la economía privada, pero sería como ponerle frenos y controles innecesarios a una rueda que debe moverse por el mero impulso del conjunto del vehículo. Es Estado sólo debe conducir el volante y vigilar los controles, asegurarse de ir por el camino correcto, sin intentar decirle a las ruedas cómo deben girar. En lugar de medidas excesivas y muy detalladas, debe dar un fuerte estímulo de la iniciativa privada y el reconocimiento de la propiedad fundamentada en el trabajo.

 PRODUCCIÓN Y CONSUMO

            Dos conceptos interactivos e inextricables que deben diferenciarse con claridad en la teoría y en la práctica, son los de la producción y del consumo,

A) En cuanto a la producción, la Econogenia rechaza la intervención del Estado sobre el producto, salvo en los aspectos legales de calidad y justicia en el trabajo, porque todos los experimentos de estatización en la historia, han anulado la fuerza creadora derivada de la Libertad: la personalidad.

            La orientación vocacional, la anulación de la usura y las cargas impositivas y la agilización del sistema distributivo, harán que el desarrollo económico vaya por los causes naturales de la toda sociedad. Eso sería en términos filosóficos correctos, un verdadero “liberalismo”, pero no una libertad del astuto para nutrirse de la energía del trabajador, sino la libertad del trabajador y el empresario para sacar lo mejor de sí y realizarlo para el beneficio común y el suyo propio.

B) Respecto a la distribución, es decir la circulación de productos, en el transporte, el dinero y el crédito, el abastecimiento de alimentos e indumentarias de primera necesidad, así como todo producto que pueda tener importancia estratégica a nivel de la Nación, la Econogenia debe ser una economía eminentemente estatal, es decir, una economía pública. No burocrática ni asfixiante, sino todo lo contrario: ágil, equilibrada y encauzada mediante un plan inteligente y simple. Todo el resto del comercio se irá adecuando según una auténtica influencia de la demanda espontánea. La publicidad no ha de ser censurada en cuanto a productos, pero sí en cuanto a contenidos de orden político, subliminales y cualquier factor que viole las leyes fundamentales. También se hace necesaria la nacionalización de todas las explotaciones trustificadas, aunque con las reservas necesarias que impidan caer en el monopolio estatal absoluto, a menos que se trate de recursos o industrias tan estratégicas como las fábricas de alta tecnología, armamentos, etc.

            La responsabilidad de los ciudadanos es mantenida y firmemente estimulada. Las industrias deben contar con personas profesionalmente capacitadas y que tengan la responsabilidad de dirigirlas con perfeccionismo. Por eso tiene la Ecologenia ‑y esto debe ser acentuado ‑ una misión de educación que desafía a la historia. Dicha educación ha de ir sobre dos grandes piernas: La ética y la profesionalidad.

            Los ideales de Econogenia, como puede comprenderse, en nada se parecen al marxismo o su polo opuesto, el liberalismo. La Ecologenia no concibe una división popular e ideológica en derechas e izquierdas, toda vez que reconocemos en dicha polaridad, una falsa dicotomía, puesto que ha sido creada (o al menos muy bien aprovechada) por los mismos esclavistas de las finanzas que se encuentran de un lado y del otro a la vez, medrando como ratas entre las ruinas morales y materiales de los pueblos.

            Estas fuerzas del liberalismo y el comunismo marxista, son cadáveres ideológicos cuyos fantasmas, si queremos un mundo que merezcamos vivir, debemos desterrar no sólo de todo el quehacer ciudadano sino también de nuestra emocionalidad, pero sin olvidar la experiencia colectiva global que han forjado esas dos manos ensangrentadas de guerras, sucias de intrigas, y generadoras de todas las pobrezas y miserias de la humanidad. La Ecologenia y su instrumento económico, la Econogenia, son el sentido común, humanístico y ético de la economía, o sea justamente lo que liberalismo y marxismo nos han arrebatado, para entregar el mundo encadenado, a una banda internacional de banqueros.

CONCEPTOS ECONÓMICOS FUNDAMENTALES

I.- FINALIDAD: La finalidad de la economía es la satisfacción total de todas las necesidades de la sociedad. En la Ecologenia, solamente es decisivo el punto de vista con que se abordan las cuestiones económicas, porque las cuestiones técnicas son secundarias cuando es aplicada en la práctica una filosofía correcta:

            a). En este sentido la economía es servicio al pueblo para la grandeza y bienestar de la Nación. Todas las cuestiones de la economía deben ser examinadas primero y sobre todo, desde el punto de vista de la economía nacional, es decir, siempre debe examinarse si una medida sirve a la comunidad, al pueblo. La actividad económica no es sólo un medio para que el individuo obtenga una ganancia monetaria, sino que debe tender al beneficio de toda la comunidad, promoviendo la satisfacción de todas sus necesidades. Ello incluye todo lo que permite a cada individuo disfrutar de seguridad, bienestar, gozar de la cultura, la mejor educación y ser partícipe de todo cuanto pueda desear y manifestar en bien de los demás.

            La fuerza impulsora de la economía capitalista, hasta ahora, fue la rentabilidad, el lucro puro y duro, al margen de las consecuencias que una actividad o la forma de llevarla a cabo produjese en el entorno ecológico, social y político. Las necesidades económicas apremiantes no generan la producción sino la mera rentabilidad. La esencia de la economía basada en la rentabilidad tiene como consecuencia que no decide más el interés del bien de la comunidad, y muchas veces ni siquiera el interés del empresario particular, sino el interés del gran capital especulativo. Lo que hoy todavía se tiene en cuenta en los diversos campos de la economía, no es el punto de vista de la necesidad apremiante, sino principalmente, si el dinero invertido en tal empresa reditúa convenientemente. El gran capital especulativo hace depender sus decisiones sólo de cuánta rentabilidad espera obtener.

            b). Las leyes económicas no son leyes de magnitudes puramente abstractas, como demanda, oferta y precio, sino leyes de los hombres que actúan en la economía. Ellas derivan de la psicología humana, determinada definitivamente por la naturaleza. El liberalismo y su hijo más corrupto aún, el neoliberalismo, han hecho creer a las masas que existen leyes económicas inmutables, que debían producir efectos casi exactamente como las leyes de la naturaleza, en un dinamismo de magnitudes abstractas, oferta, demanda y precio. En el cual apenas se podía pensar que detrás de esas magnitudes, estaban los hombres, los ciudadanos. Para la Econogenia la economía y el hombre constituyen una unidad indivisible. De esto se infiere que, en la lucha contra la escasez, también debe comenzarse por el hombre. Esto no quiere decir, de ninguna manera, que en la economía deban hacerse las cosas con un trabajo  “antieconómico” porque eso sería absurdo y antinatural. No podemos ni debemos exigir a la economía el trabajo antieconómico, sino la ocupación inteligente, evitando todas aquellas funciones o actividades que no produzcan un beneficio real a la comunidad. En este sentido, las sociedades modernas están saturadas de funcionarios inútiles y políticos parásitos, de modo que es por el propio Estado que debe comenzarse la depuración económica.

            c). Lo esencial en la economía no es ni el intercambio ni la determinación de los  precios por parte del Estado. Estas medidas sólo deben aplicarse bajo situaciones muy especiales. Es la interdependencia de los ciudadanos de una Nación, lo que determina los precios en virtud de una conciencia real de la necesidad y un equilibrado deseo de ganancias, sobre la base del trabajo. La verdadera fuente de los hechos económicos, es aquella reciprocidad creadora, y no los resultados materiales de la actividad económica; tampoco los precios, ni los fundamentos calculados. La fuerza espiritual del trabajo es lo que produce inexorablemente los mejores resultados materiales.

            No sólo hay que entender la economía con la razón, sino también, apoyar con el corazón. El empresario no puede existir sin el ingeniero y el técnico; el comerciante no puede vivir sin el constructor, ni el constructor sin el ingeniero. Y ninguno puede hacer nada si no cuenta con la constancia, cumplimiento y empeño del obrero.

            d). Se ha creado y difundido una idea global de que el campo de la economía es puro cálculo, habilidad en la estrategia comercial y financiera, sin embargo, su verdadero campo es el derecho.  No son las condiciones económicas las que determinan las relaciones sociales, sino que, por el contrario, son los conceptos morales y las condiciones éticas, las que determinan las relaciones económicas. Aquella moralidad que predomina en la vida del pueblo determina también la economía. Al decir de cierto gran economista del siglo pasado, “El derecho que vive en el pueblo, determina la economía, y es su propia sangre y su espíritu vital”.

            e). La cuestión de los costos no puede seguir siendo considerada en el  sentido liberal capitalista. Cuando el ciudadano se pregunta “¿Qué beneficio privado me asegura la compra de un artículo extranjero en vez de uno de producción nacional?”, debería preguntarse: “¿Cuál adquisición es más beneficiosa para la comunidad nacional?”. Todos los que actúan en la economía deben ser conscientes de que la actividad económica y el trabajo, deben estar al servicio de la totalidad. Cada individuo debe ser consciente de sus deberes para con la comunidad y proceder siempre según la frase: “debes anteponer el servicio al beneficio”. Si eso hace toda la comunidad, pronto se produce el tan deseado superávit económico, que conlleva innumerables mejoras en la calidad de vida y en la vida misma.

            Las medidas de racionalización deben realizarse sobre fundamentos distintos a los aplicados por los gobiernos títeres de los promotores del liberalismo. Disponemos de una inmensa tecnología, de máquinas, de aparatos que hacen el trabajo de muchos hombres. Sólo un poco tiempo de aplicación de la Econogenia dará frutos maravillosos, sobre todo si recordamos que la máquina ha sido creada para satisfacción de los hombres, y no al revés; ni para dejarlos “desempleados”, sino para que puedan ocuparse en cosas menos riesgosas, o más propias de sus vocaciones.

II.- EL TRABAJO: El trabajo y los trabajadores tienen un valor infinitamente superior al material, y su dignidad, humanidad, tiempo de vida y capacidades no deben evaluarse jamás como meros factores económicos de producción y servicio a la economía. El trabajo conduce y domina la totalidad de la economía, porque es lo que la produce. La economía no puede ni debe ser condicionada o guiada por el capital, sino por el trabajo, pero éste ha servir a la realización del hombre, no a los fines de los especuladores.

            El empresario que quiere producir en la Ecologenia, debe dejar de buscar al capital, puesto que el Estado se encarga de dárselo. Así que debe buscar al hombre y su trabajo, seleccionar a los más capaces para cada ámbito. También en esto puede el Estado contribuir, mediante el Plan de Selección Vocacional, que no sólo brinda a los empresarios el “factor humano” idóneo, sino a cada hombre una ocupación que le haga realmente feliz cada día. Y no hablamos en Ecologenia de “recursos humanos”, sino “factores humanos”, porque el hombre y su trabajo no son mercadería, sino el fin mismo de toda política, al cual hay que proteger y educar en una libertad real, con su participación, no con su sometimiento.

            a) El más grande patrimonio de un pueblo no es su dinero, ni sus máquinas, sino sus hombres sanos y bien intencionados. El más valioso activo en cualquier empresa, es la fuerza y la alegría del trabajo de los hombres allí ocupados. Un espíritu creador alegre y empeñoso, no es directamente mensurable por ninguna clase de medidas; no obstante, encuentra su expresión en el resultado final, en el éxito de la industria. Las más grandes obras de la humanidad no han sido realizadas por la riqueza financiera, sino por el entusiasmo participativo de ingenieros y obreros por igual. Por la Ecologenia, el concepto del trabajo adquiere un sentido totalmente distinto al del capitalismo. No es esa apremiante necesidad de hacer algo para ganar dinero, sino esa actividad que a cada uno le gusta realizar para realizarse, con lo cual las mejoras de su economía son un puro y natural resultado.

            Para el marxismo, el trabajador es una esencia económica dependiente y la menos considerada por la generalidad. El concepto fue unilateralmente extraído de la actividad económica de los trabajadores dependientes de la industria. El trabajador fue, según ello, más o menos, representante de una clase, de un estrato socialmente sumergido. Una gran parte de los pueblos del mundo fueron imbuidos de tal espíritu y de la consecuente infravaloración de la vida.

            El trabajador de la Ecologenia no es miembro de una clase ni una simple esencia económica, sino un extremadamente valioso miembro de la comunidad nacional. La clase de actividad que realice, sea jefe de una empresa, o empleado, ingeniero o comerciante o miembro de una profesión liberal cualquiera, juega un papel secundario.

            El ciudadano medio de cualquier país ha desarrollado un complejo de inferioridad, producido por la injusticia económica y política, y dice “sólo soy un trabajador”. En la Ecologenia, los trabajadores manuales, artistas, profesionales e intelectuales, dirán: “Estoy orgulloso de ser un trabajador”

            Ciertamente, los trabajadores manuales deben ser bien protegidos como miembros especialmente valiosos de la comunidad nacional. La articulación de los trabajadores en el Estado se logrará de modo bastante simple, cuando la Econogenia se establezca, y desde ya que no nos referimos al trabajador manual solamente, sino a todos los ciudadanos que desarrollan cualquier actividad honesta y útil.

            b). Trabajador y empresario no son opuestos sociales como en el capitalismo. La empresa particular, representa más bien una explotación comunitaria, constituida por el jefe de empresa como conductor y los trabajadores como séquito. La explotación comunitaria, el ajuste natural de los valores y -sobre todo -el entusiasmo por un modelo económico justo, materializa el pensamiento de unidad del trabajo colectivo, y el fundamento del honor social.

            c). El trabajo es servicio hacia uno mismo y hacia la Nación. Para la implantación de este concepto del trabajo, ha de establecerse que el trabajo es tanto un derecho como un deber. Existiendo un Estado realmente democrático como el Ecologénico, donde la orientación vocacional está asegurada y gratuita, en el que la desocupación es un “surrealismo histórico”, una persona que no trabaja es porque está enferma. Incluso el muy adinerado no puede ser bien visto socialmente si no hace algo socialmente útil.

            d) A la palabra Trabajo ha de quitársele el baldón bíblico de condena, de sufrimiento necesario y la aberración psicológica y económica del trabajo no vocacional. Ha de ser sinónimo de honor, de dignidad y de satisfacción, incluso para quienes realicen las labores más incómodas.

            Exigimos que el Estado se obligue, en primer lugar, a asegurar a los ciudadanos la posibilidad de vida y de trabajo, cosa que nunca cumplieron adecuadamente el liberalismo ni el marxismo.         

            Werner Sombart decía que “Capital es aquella cantidad de bienes que en una empresa sirve como base real, y también el activo social que arroja la contabilidad”.

            Este concepto de capital es funcional y se corresponde perfectamente con el concepto que le da la Econogenia. Según este concepto, no es capital el terreno y el inventario del campesino, ni el predio hereditario, dado que la granja o la agricultura en general, no es una empresa capitalista. Cuando la Ecologenia rechaza el orden económico liberal capitalista, no está rechazando el hecho de que existan estas cosas como “bienes materiales” que técnicamente podríamos incluirlo como parte del capital, pero está claro que hay una diferencia importante entre “capital” y “capitalismo”. El capital es una suma de valores reales, una base real, pero el capitalismo convierte, subvierte, adultera estos valores, así como crea una base falsa mediante argucias financieras y hace que el dinero sea lo más irreal que ha existido jamás, con efecto deletéreo sobre la humanidad, puesto que la mayor parte del “capital” es hoy pura deuda, que se puede comprar y vender en los mercados financieros.

            e), El orden económico liberal capitalista es rechazado y combatido en la Ecologenia, considerando su aplicación como delito de lesa humanidad. La vida del pueblo, la humanidad, los innumerables valores que hacen al Ser Humano, no pueden estar sometidos al mercado y las finanzas. Los monopolios y oligopolios globales del capital, más que un simple abuso, han de considerarse como herramientas esclavistas mundiales que es preciso erradicar de una vez y para siempre, porque han sido diseñadas con el único fin de esclavizar a la humanidad, de someterla a los designios de sus creadores y conductores.

            Los paquetes de acciones arrastrados de aquí para allá, la posesión de capital en forma anónima, la bolsa como un juego para la obtención de ganancias especulativas, las quiebras financieras (fraudulentas o no) no pueden seguir siendo parte de la vida de los pueblos. La Bolsa Nacional tiene la función de una estación de transacciones y de intercambio. Pero debe destacarse que el hombre (cada hombre y todos en la Nación), es el fin de toda actividad económica. De modo que dicha bolsa estará sujeta a las disposiciones de la Asamblea Nacional y el Ministerio de Economía, y en ella jamás podrán venderse dinero, sino acciones de empresas y toda clase de valores reales. Tampoco se admitirá en un Estado Ecologenista la “competencia” que convierte a los hombres que vemos en las bolsas de valores, jugando un juego brutal que resulta mortal para muchos en forma directa o indirecta, traficando con acciones que determinarán en muchos casos, hambrunas y guerras.

            La función de la bolsa debería ser la satisfacción de las necesidades de la economía nacional en su conjunto. Eso es lo decisivo y no la rentabilidad tan elevada como sea posible del capital especulativo. Se debe procurar la transformación de la mentalidad de los accionistas hacia una intención clara de poner en práctica las reglas de la Econogenia, porque de ninguna otra forma estará su capital mejor asegurado. El derecho sobre sociedades no debe ser privado sino derecho público, la responsabilidad del directorio y de la sindicatura, debe ser ampliada y compartida la comprobación del beneficio de las empresas. La vigilancia de las Asambleas Locales y Provinciales sobre toda empresa, como la Asamblea Nacional sobre las empresas más estratégicas (Ver “Constitución Asamblearia”) no tiene un sentido dictatorial en modo alguno, sino justamente la protección de las empresas para evitar las quiebras y para que su mejor función no sólo enriquezca a sus propietarios, sino a toda la Nación.

            f). El capital financiero y especulativo: El capital internacional especulativo y financiero, ha sido siempre, desde los últimos mil años, una peste para la humanidad, causante de muchas pestes biológicas, ya que como se sabe en círculos científicos, algunas pestes históricas han sido producidas por agentes no del todo “naturales”. Pero la peor parte de esta peste, es la psicológica, que genera codicia y anula los deseos naturales de trascendencia. Las más bella partes de las doctrinas religiosas pregonadas, son utopías absolutas para los mismos que rezan a Dios en las mezquitas o en las iglesias, templos budistas, etc. El dinero está en la práctica, mucho más “deificado” que el propio concepto de Dios.

            Cualquier inteligencia media que analice la historia y sobre todo la historia política, hallará que no ha existido nunca, una fuente más grande de guerras, miseria, corrupciones, crímenes y perversiones sociales e individuales, que la historia del dinero. Pero el punto culminante se ha alcanzado siempre por la usura. Por eso la abolición de la esclavitud, empieza por la abolición de la especulación financiera, la eliminación de la usura en cualquiera de sus formas. Ninguna guerra de religiones ni por territorios podría ser tan nefasta para el espíritu humano como las que provoca el dinero, incluso en los propios hogares, en la propia familia, tantas veces limitada en todo y sometida a hipotecas impagables y créditos que obligan a todos a hacer “cualquier cosa” para sobrevivir.

            El capital especulativo es hoy en día más poderoso que todo el capital de la industria; que el formidable poder del dinero en sí mismo y sólo puede ser combatido efectivamente, mediante la abolición de la usura. Los bancos fueron creados (el primero en Constantinopla, como “Banka Bizancia” por Constantino en el año 326 de nuestra era) para cambiar el valor del trabajo de un modo que los astutos pudieran hacerse con el rédito. Una forma de transferencia de la energía laboral, en la cual el Estado pierde el control de la economía y el especulador puede, mediante el comercio, ganar con el trabajo productivo de otros. Recordemos que la Iglesia Católica (aunque también fundada por Constantino un año antes que la banca privada, para politizar y controlar el cristianismo) prohibía la usura, hasta entrado el siglo XV.

            Desde entonces hemos visto como poco a poco se quedaban endeudados y abatidos por el engaño de la deuda, no sólo los particulares, sino los Estados, es decir incluyendo a todos los ciudadanos, de todas las edades, con deudas nacionales que contraen sólo por el hecho de nacer. Muchas “escuelas de políticos” han sido y son parideras de traidores a sus Patrias, traidores a sus pueblos, esbirros de los banqueros, bien pagados para endeudar a sus naciones, privatizar lo que es de todos y en especial, la banca, con lo que el banquero internacional queda dueño de vida y hacienda de los ciudadanos y del Estado mismo.

            La Econogenia exige la nacionalización de toda explotación trustificada o no, de todo dinero y la declaración de nulidad de toda deuda contraída por particulares o funcionarios de los Estados, salvo las contraídas por mercancías concretas con otros países, las cuales son por lo general, de orden privado. Mediante la Constitución Asamblearia se exige la recuperación de la  clase media, que debe ser algo muy diferente al “proletariado”, pues debe ser sana, orgullosa, exitosa en lo personal de cada uno y suficientemente rica como para acceder con sobra a todos los bienes y servicios que se prestan en cada territorio nacional.

             Por eso es preciso también controlar -que no estatizar- el desarrollo de las grandes tiendas, de las “grandes superficies”, cuyo monopolio y los intereses comerciales internacionales, proveen de mercadería cada vez de peor calidad, a la vez que se incentiva el esclavismo en otros países y se destruyen las industrias nacionales. Para ello, el Estado debe ayudar en la modernización y optimización de las pequeñas y medianas industrias, los talleres y las pequeñas tiendas de reparaciones (que reciclan en vez de obligar a comprar y muchas veces con mejor calidad que el producto original). Estas medidas también diversifican la economía afirmando el autoabastecimiento integral en las pequeñas comunidades. Tales medidas tienen por objeto fortalecer e independizar en lo posible las economías locales, estimular la creatividad de los autogestionados y estratégicamente significa dotar a la Nación de mayores y mejores recursos técnicos ante cualquier situación de emergencia.

III.- LA PROPIEDAD PRIVADA: La Ecologenia defiende la propiedad privada y el Estado la protege; pero impone a este derecho fundamental, una obligación acorde: Que en ningún caso sea lesiva para la sociedad y de alguna manera implique un servicio para la comunidad. El hecho de ser habitada o utilizada por alguien que trabaja honradamente, ya es el más caro de los servicios.

1. La propiedad debe su origen, solamente, a la propia capacidad, a la herencia y/o al trabajo. El trabajo anterior del padre y del abuelo está expresamente incluido. Por eso es también reconocido el derecho a la herencia, con los ajustes necesarios en el caso de las tierras de cultivo y ganadería.

2. La Ecologenia permite la ilimitada disposición de la propiedad privada, cuando esa disposición sirve a la generalidad. La propiedad privada está limitada, consecuentemente, allí donde la posesión llega a ser un instrumento de poder o de explotación contraria al bienestar de la comunidad.

3. El Estado tiene el derecho de intervención y, en ciertos casos, el de confiscación sobre la propiedad privada mal administrada, o administrada en perjuicio de la generalidad. En cualquier caso, el Estado promoverá la reorientación del uso, o el uso en las propiedades abandonadas, antes que la confiscación.   PÁGINA SIGUIENTE…

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